(Opinión) La Vuelta del otro cantar, por Pablo Arbeláez
Hace muchos años atrás, cuando Lucho Herrera y Fabio Parra dejaron el ciclismo activo, los niños apostados a la vera del camino, al paso de la caravana de la Vuelta a Colombia gritaban entusiasmados: “ánimo, ánimo, ánimo…”.
Así fue durante algún tiempo, porque no aparecía una gran figura que congregara. Era como si algo faltara. Había buenos ciclistas, combatividad, pero lo que se extrañaba era un referente y el apoyo total de los medios informativos que resaltaran los esfuerzos de los escarabajos en su ronda, en su real dimensión.
Hoy, tras la exitosa edición de la Vuelta de los 70 años, es otro el cantar: hubo una estupenda transmisión de t.v. en vivo, se presentó intensa lucha entre los pretendientes al título y se contó con la presencia de un ídolo en ciernes a quién hacerle fuerza, en la carretera o al frente de la pantalla, y ese fue Diego Andrés Camargo.
Esta vez, el duro batallar de los curtidos guerreros del camino, fue frente al jovencito de 22 años, quien buscaba destronar al pasado campeón defensor Fabio Duarte; al siempre dominante Óscar Sevilla, a Juan Pablo Suárez, Danny Osorio, Didier Chaparro y Alexánder Gil, entre sus más relevantes contendores.
Por fortuna en esta ocasión, como en anteriores ediciones, hubo ciclismo de calidad para compartir. Con etapas que dieron cuenta de la enorme rivalidad, de la entrega entre los equipos y la muestra del deporte del pedal que evidencia la aparición de talentos que comienzan a cuajar, como en el caso del campeón Camargo y un puñado de muchachos, algunos de ellos no tan conocidos para el público, que tuvieron la oportunidad de brillar.
Y si algo se le devolvió a la Vuelta de los colombianos en este proceso gradual, fue la notoriedad –con esfuerzos directivos que vienen desde años atrás-, la real importancia que ella contiene y su capacidad de convocatoria, porque se presentó la mezcla de ingredientes clave: ciclismo combativo, un líder que tras mostrar su fortaleza en el alto de La Línea, le contó a la nación que estaba listo a hacer el doblete en un mismo año, ganar la Vuelta de la Juventud y la ronda grande, como sucedió 50 años atrás con Rafael Antonio Niño y hace 31 años con Oliverio Rincón. Otro ingrediente, muy atractivo, era disponer de tres transmisiones de t.v. que invitaban a vibrar con la intensa disputa de los ciclistas.
Lo que buscaba la Vuelta desde hace algún tiempo, era catapultar hacia un plano superior a un ídolo de las nuevas generaciones, ese que también se sumara a los ya consagrados escarabajos que se lucen en Europa. Lo clave era disfrutar de la esencia; ir al origen de un ciclismo de enjundia y lucha, ese que viene del campo, y que con enormes esfuerzos y sacrificios realiza procesos como le sucede al campeón Camargo, nacido en medio del verdor de Tuta, en la altitud boyacense.
Es por eso, que hoy, el gran lote nacional respira satisfecho, porque se recogió parte de lo sembrado, gracias a las oportunidades que se pudieron disfrutar como las de Camargo, o las de Javier Jamaica (Fundación Depormundo), como para poner otro ejemplo, un muchacho de 24 años que pudo mostrar sus condiciones, antes de reforzar al CM Team Colnago en el próximo Clásico RCN. Y a todo esto se suma la parte monumental como la llama el exciclista Pedro Perico Delgado, hoy comentarista de la televisión española, con la imagen de una bella Colombia vista desde la carretera y desde los aires, gracias a lo mostrado por RCN Televisión, Win Sports y Señal Colombia –en esta reciente carrera-, para ponerle el sello a 24 días de ciclismo consecutivo llevado de la mano por la Fedeciclismo, con la seguidilla de la Vuelta de la Juventud, la ronda femenina y la Vuelta a Colombia-70 años en frágiles tiempos de coronavirus y pandemia.
De esta manera, los niños, jóvenes y mayores, algunos de ellos portando banderas tricolores al cruzar de nuevo la competencia enfrente suyo en venideras ediciones, que deberán ser de categoría UCI, seguramente no tendrán que gritar más: “ánimo, ánimo, ánimo…”, sino buscar al ciclista de su predilección, para vivarlo con orgullo y animarlo por su nombre, porque ante sus ojos, “la que pasa es Colombia”.